LA PAZ DE LA IGNORADA
Sentada en la cumbre del abismo,
observo mi espíritu diezmado,
luchando por emerger del olvido.
Me veo intentado surgir,
como un manantial endeble,
como un arroyo gastado,
que ya no puede ni desea
contener el agua turbia de tu fuente.
¿Será que he perdido el interés?...
Tal vez mi caudal brioso, indomable,
gastó demasiado tiempo regando
semillas equivocadas,
y hoy, vacía, casi seca,
me pregunto quien me robó tanta siembra...
Quien, ajeno al dolor de esta agua,
se quedó con mi cosecha.
Y así, entre dudas y temores, me asomo,
con la tranquilidad de quien no es vista,
con la paz de la ignorada.
Pero mientras fluyo lenta
mi grito sordo no se calla
y sigue en sus raudales
transportando sentimientos,
sentimientos transparentes,
cristalinos, tan cristalinos que,
como siempre, continuarán siendo invisibles
para aquellos ojos que ciegos ignoran,
para esos ojos que, indiferentes, se niegan a ver...
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