A la carne yaciente y ya
serena
te vi ayer, papá, encadenado
y al verte entre la seda, amortajado
lancé mi corazón contra la pena. Atada, con dolor, a tu
cadena
hoy tengo todo el llanto aprisionado,
y por verme contigo, allí enterrada
a tu desierto fuí, me hundí en tu arena. Por mirarme en tus ojos,
arropada
y volver a sentir tu abrazo fuerte
arrasaría el mundo, despiadada. No puedo verte ahí, frio
e inerte,
y olvidar el dolor que está anudado
a mi vida, ligandolo a tu muerte. Descansa en paz papá,
queda en tu suerte
que cuando el Angel rojo haya llegado
tu me verás y yo volveré a verte.
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